La lluvia de tu rostro
hace crecer mis perdones,
afloja la culpa
que anuda tu corazón
a mi desdicha.
Ya no valen las palabras,
gastadas todas quedaron
y de nada sirvieron mis sueños,
como piedras ahogados.
La lluvia de mi rostro
hace crecer tu esperanza,
trepa salvaje sin destino
como hiedra por el árbol.
Pero la lluvia solo es lluvia ya,
solo moja los rostros
y los corazones.
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