Intento huir,
pero vivo envuelto
de gente inmadura
vacía e inexplicablemente feliz,
sitiado de gente desierta,
pendiente de un reloj
no de un corazón,
cosida a un papel
que nunca contuvo un verso,
ajena a un aroma.
Gente que lee
para no pensar,
que mira, pero no ve
o mejor que no ve
para no sentir,
que no siente
por no existir.
Gente que camina
velozmente a ninguna parte,
gente erosionada
que parada se oxida
y sabe vivir oxidada,
gente pálida de risas
de alas emplomadas
de tristres miradas vacías,
felices en su propia ignorancia.
Lucho a diario
por ser al menos
cuatro gotas de oasis,
un espejismo en este desierto.
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