En medio del camino
ya no queda nada;
ni siquiera te aparté
ni pasé por encima,
no pinté mi voz
con pinturas de guerra,
ni siquiera rocé tu coraza.
No hizo falta.
Nada me hizo más falta
que ser yo mismo,
y verte con tus ojos,
oler tus palabras.
En medio del camino
ya no queda nada,
sólo las piedras
que fui arrojando,
que tú devorabas,
sólo las piedras
redondas y lisas
talladas con mi alma;
eso y el polvo
que te vio nacer,
del que surgiste
y que impregnó
mi limpio traje,
ese polvo que aspiré
y en mi corazón
hizo hospedaje.
En medio del camino
ya no queda nada,
solamente tus pisadas
y mis ojos en tu espalda.
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